El otro día fui a un videoclub…

Condenados a vivir entre dos momentos de la historia somos cómplices y víctimas de un cambio de milenio en el que muchas de las cosas que considerábamos normales pasan a ser rarezas. Si se puso de moda el «ochentismo» con libros como «Yo también fui a EGB» quizás es porque las generaciones de los 70 y 80 del siglo pasado estamos viviendo una madurez completamente opuesta a la de nuestros padres. Solteros y sin hijos, o padres pero con mucha vida propia. La generación «ochentísima» todavía va al videoclub.

Blockbuster Video Express  in Stratford Road :: Picture by Elliott Brown @Flickr
Blockbuster Video Express in Stratford Road :: Picture by Elliott Brown @Flickr

El viernes en la noche celebramos una cena entre amigos, la media de edad se quedaría en torno a los 36 años (arriba o abajo). Una de mis amigas comentó algo sobre qué Webs de descarga aún son accesibles, después de la desaparición de SeriesYonkis, y otras. Yo siempre aprovecho para pincharle un poquito y recordarle que hay opciones legales como Waki.tv, o incluso el descafeinado Yomvi. Ella, dentro de la broma, nos contó que en un arranque de los suyos le pasó por la cabeza entrar en un videoclub para alquilar una película. El dependiente le dijo que para alquilar una película debería ser socia, esto es el equivalente hoy en día a «darte de alta», pero que para eso tenía que traerle una factura. ¿Una factura? – Le preguntó ella extrañada. El videoclub necesitaba un comprobante de su domicilio por si a caso ella no devolvía la peli alquilada.

La verdad es que, cuando contó esto mi amiga, le dije que después de decir «videoclub» había dejado de prestarle atención. Entre bromas pregunté al resto de los amigos si tenían un «condensador de fluzo» como el de «Regreso al futuro» porque para encontrar un videoclub hace falta, como poco, una maquina del tiempo.

La RAE dice que un videoclub es un «Establecimiento comercial donde se alquilan películas grabadas en vídeo», en la era del streaming lo más normal es no grabarse nada, sino verlo todo vía el servidor de un proveedor, y el concepto vídeo ahora mismo es tan amplio que ya hace tiempo que perdió su sentido.

La generación de «ochentísimos» estamos bien puestos con este salto digital,   estamos en la onda, somos guays del Paraguay, y no somos pinflois del tema. Hemos crecido jugando al Prince of Persia en un ordenador con sólo un color, nos hemos quitado las legañas para preparar un trabajo de instituto escuchando el arranque de Windows, y nos hemos visto obligados a beber litros de Coca-Cola para conseguir un mensáfono que regalaban con tropecientas etiquetas del refresco.

A pesar de esto no somos conscientes de que la armónica del afilador, llevar las cazuelas al horno de la panadería para que nos las cocinen, o comprarse un Seiscientos, es algo que nuestros padres «consideran normal, aunque ya no se hace».

Cuando nos miramos al espejo no vemos esa imagen que tenemos de nuestros padres a nuestra edad, nos reconocemos como personas con 15 años menos y con mucha dignidad. Hacemos cosas porque tenemos inquietudes y aunque se nos escape un «digamelón» o un «»ya ves truz» no somos conscientes de que somos ya una generación siguiente: nuestro mundo ya se ha hecho mayor.

No somos más viejos, no hemos envejecido, ahora somos papás hipsters, solteros inquietos, o manifiestos promiscuos, que prolongan su juventud con un «hasta aquí puedo leer». Nos hacemos selfies, nos compramos la ropa en las mismas tiendas de Inditex que los universitarios, vamos al cine, escuchamos todo tipo de música, y en general somos tan jóvenes como hace quince años.

Creo que mi amiga no fue a buscar una factura para alquilar la película y prefiero no decir cómo consiguió ver la película, pero creo que puedo decir que somos personas afortunadas, que vivimos dos épocas muy diferentes sintiendo que no hemos renunciado a ninguna. Somos adaptables, curiosos, y grandes nostálgicos: sabemos convivir con nuestro pasado y nuestro presente. Cuando seamos viejos ¿nos sorprenderá el futuro?

Robert Barber
Socializando

Robert Barber

Fundador de Magazing y de Gerunding Publishing.

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