Y ahora… ¿Qué pasa con WhatsApp?
Cuando algo no cuesta dinero es porque otra cosa cuesta. Muchos usuarios de WhatsApp se quejaban por la irrisoria cantidad de 1 Dólar al año, pero el servicio de mensajería, ahora en manos de Zack Zuckerberg, anuncia que será gratis y para toda la vida. ¿Será gratis de verdad? ¿Qué sucederá con el servicio más popular de mensajería?
Hay una vieja regla de marketing que dice que cuando un producto es gratis, el usuario es el producto. Es la filosofía de empresa que hizo crecer a gigantes como Alphabet (también conocido como Google), y ha hundido en sus miserias a servicios como AOL o la gigante Microsoft.
Cuando en 2009 se fundó WhatsApp Inc., serían un antiguo trabajador de Yahoo y un ingeniero quienes revolucionarán el mundo de los mensajes cortos. Teníamos los SMS con un límite de 160 caracteres y un precio por mensaje determinado pero por poco más de precio de este mensaje y conexión a Internet tendríamos ilimitados mensajes gracias a WhatsApp.
La app, traducida a 41 idiomas actualmente, presente en casi todos los sistemas operativos móviles, y recientemente en su versión Web, cuenta con más de 900 millones de usuarios. Esta ingente cantidad de usuarios hubiera «facturado» 900 millones de Dólares al año, según el sistema de pago que tenían establecido. Esta cifra podría parecer grande pero ¿sería lo suficientemente grande como para que Facebook pagase 19 billones de Dólares? Serían necesarios más de 19 años para que el coste de esa inversión empezase a dar frutos.
Cuando la empresa pasó a manos de Zuckerberg tenía clara una única dirección, la de su rentabilidad. Si Facebook es gratis es porque cada dato que nosotros introducimos en la red social es usado para que los anunciantes puedan «seleccionar públicos objetivos»; si Facebook es gratis es porque quienes pagan son aquellos que compran aquella intimidad que queremos subir a la red.
WhatsApp correrá la misma suerte que otrora tuviese Instagram (también adquirida por Facebook), y es por eso que Jan Koum ha anunciado que el modelo de negocio de WhatsApp cambiará, la explicación que dio Koum es que ahora tratarán de «conectar a empresas con personas», lo cual es un eufemismo de vamos a pasar a un modelo de negocio basado en publicidad. Pero como ese concepto suena a feo y malo se apresuró a decir: «Evitaremos el SPAM y la publicidad no deseada».
En un comunicado oficial decía lo siguiente:
«Desde este año vamos a evaluar el desarrollo de herramientas que permitirán que el uso de WhatsApp sirva para comunicarte con negocios y empresas de las que quieres saber. Eso quiere decir que, por ejemplo, podrás comunicarte con tu banco sobre una transacción reciente que haya podido ser fraudulenta, o con tu compañía aérea sobre el retraso de un vuelo. Ya recibimos este tipo de mensajes hoy en día a través de llamadas y SMS, es por esto que queremos desarrollar herramientas nuevas para que hacer esto en WhatsApp sea más fácil. Lo haremos de modo que no recibas publicidad de terceras partes ni SPAM»
Cada uno puede considerar las palabras de Koum como quiera pero sin duda alguna esa «alma hippie» de WhatsApp se ha sometido a los designios de la gran F de Zuckerberg. Esos 900 millones de usuarios son un muy jugoso parque de activos y lo de sacarle rentabilidad es mercadotécnicamente muy sencillo.
Quizás porque los usuarios estemos zombificados pensamos que saliendo del sistema entras en una burbuja de protección, me explico: cuando los usuarios se quejaron del precio de 1 Dólar apareció Telegram quien, entre otras ventajas, ofrecía un mejor cifrado de la información. Cuando el 22 de febrero de 2014 cayó el servicio de WhatsApp a nivel mundial muchísimos usuarios se quedaron asfixiados sin poder comunicarse con el resto de a humanidad. A las pocas horas Instagram también cayó pero en este caso debido a la inmensa cantidad de nuevos usuarios que se registraron tras la caída de WhatsApp.
Es curioso como en febrero de 2014 a gran parte del planeta se le olvidó que existen las llamadas, o que incluso puedes acudir a casa de alguien sin avisar. Es preocupante que el consumo tecnológico nos haya convertido en dependientes nomofóbicos que son incapaces de sobrevivir sin un teléfono móvil.
Qué iba a pasar con WhatsApp cuando la compró Facebook ya se sabía, cómo reaccionarán los usuarios a este cambio en las reglas del juego es predecible. Siempre queda la última esperanza a qué la respuesta no sea Telegram, ni ningún sucedáneo similar.
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