Mickey Rourke: Siempre decadente

Alguien dijo en alguna ocasión que si Mickey Rourke hubiera muerto en los 90 sería leyenda. Probablemente se trate de una exageración, pero es cierto que se le recordaría con más cariño de lo que se le trata en la actualidad.Sus vicios conocidos, incluida la cirugía estética o sus look extravagantes no han pasado desapercibidos para la prensa a lo largo de los años. Con especial inquina ha sido ridiculizado por la prensa amarilla.

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Mickey Rourke es, a parte de ese personaje que aparece de vez en cuando en las portadas de medio mundo, un apasionado del boxeo y ante todo un actor. Un intérprete reivindicable. Incluso ahora. Darren Aronofsy lo devolvió al primer plano hace un tiempo para poco después volver a desaparecer con la inestimable ayuda de la Academia que le escamoteó un Oscar que en aquella edición era bastante merecido. Supongo que Sean Penn discrepa. Tampoco creo que aquella decisión le atormente en exceso a Rourke.

Villanos marvelitas desaprovechados y cameos mercenarios a parte; el actor de cara deformada por los guantes y el bisturí sigue regalando a sus fieles interpretaciones interesantes. Ashby es la última muesca.

No obstante, es verdad que en su filmografía abundan más las películas olvidables, por decirlo de manera eufemística, que las obras maestras. (Recuerden que están leyendo un artículo tributo). Parece en ocasiones un tipo superviviente de sí mismo. En The Wrestler, ese biopic apenas disimulado sobre su persona, le dice en una escena a Marisa Tomei: «Los noventa fueron una puta mierda». Cuanta verdad condensada en una frase.

«Mickey Rourke no es el James Dean de nuestro tiempo. Entre otros detalles porque ha vivido demasiado tiempo.»

Quizá el chico de la moto profetizó como sería su carrera. Al igual que los peces luchadores de Siam, este artista cuyo hogar es la ciudad del pecado al sur de Manhattan, lo que no puede soportar es mirarse al espejo. Ni ahora, ni cuando era el rey y seducía con apenas 9 semanas y media.

No está en mi ánimo hacer comparaciones pilladas por los pelos. Mickey Rourke no es el James Dean de nuestro tiempo. Entre otros detalles porque ha vivido demasiado tiempo.

Ahora que ya he espantado a los últimos lectores con sensibilidad artística, puedo afirmar sin rubor que seguiré atento a las andanzas del amigo de juergas del recientemente fallecido Michael Cimino. Aunque sea en films independientes u obras deleznables que hagan sangrar los ojos, me encantará seguir contemplando esa jeta indescriptible y comprobar una vez más que el luchador aún no ha arrojado la toalla.

Manuel Cobo

Manuel Cobo

Abogado no ejerciente y cinéfilo empedernido. Siempre en decadencia.

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