La burbuja del gurú (III): La magnitud de lo que decimos
Las redes sociales han transformado nuestra realidad. Programas informáticos tratan de dibujar dentro de algoritmos de complejo entendimiento para la mayoría de los humanos la repercusión de sus nuevos centros de la comunicación, los auténticos puntos de influencia. ¿Somos conscientes de las palabras que escribimos? ¿Escuchamos a los que debemos? ¿Realmente somos libres?
No sólo existen los gurús que van a proferir cierres de Facebook, quiebras de Nokia, o a decir que los cursos de Community Manager son una estafa, también hay auténticos perversos por encargo dedicados a dirigir corrientes de opinión.
El BIFI, no confundir con el Wi-Fi, es el centro de biocomputación y física de la Universidad de Zaragoza. Posiblemente aunque desde un enfoque más científico que el del humanismo de un copywriter, o un community manager, su estudio de la repercusión en Internet nos aporta entendimiento sobre por qué triunfan determinados «sofistas 2.0».
En su estudio sobre Twitter y las temáticas socio-políticas vemos un análisis sobre cómo se comportan los usuarios desde el 1 de Marzo de 2011 hasta el 31 de Marzo de 2012. La tendencia se mueve en temas como la huelga, la opinión, la crisis, la reforma laboral, las elecciones, etc. En el vídeo que verán a continuación cada punto representa a un tuitero, el color resaltado indica el tema sobre el que habla, la intensidad de la actividad queda reflejada en la gráfica superior, la tendencia en el tiempo de la gráfica.
Este artículo acabará, como no podría ser de otra manera para darles la coherencia de lo que afirmo, de una manera abierta. Sólo les planteo un par de dudas:
Si en Twitter ganó la izquierda las elecciones ¿Por qué nos gobierna Mariano Rajoy? ¿Tuvo él un buen asesor de campaña? ¿Los algoritmos del BIFI miden sólo un target erróneo? ¿En Twitter sólo hay gente de izquierdas?
Sigamos en la línea del gurú, no sólo el tecnológico, sino también el político, y pensemos que en muchas ocasiones las corrientes de opinión son incontrolables, pero en la mayoría de los casos sí que lo es.