El Padrino: El Vito de Brando vs El Vito de De Niro

Vito Corleone es el patriarca de la familia mafiosa más famosa de la historia del cine. La primera película resucitó y volvió a elevar a mito a un actor tan excelso como problemático, tan talentoso como divo. La segunda nos mostró un joven que realizó una especie de milagro interpretativo. Ese joven que olía a calle era Robert De Niro.

Francis Ford Coppola en esos maravillosos años 70 se las apañó para construir una mitología inmortal, para luego en una segunda parte aún más compleja, oscura y shakesperiana regresar a ella contando a la vez su progresiva degradación y también sus orígenes.

Los protagonistas principales, aquellos sobre los que recae la responsabilidad de cuidar su prole y sus negocios son tanto Vito como Michael. Con el brevísimo periodo del fugaz y desacertado Sonny. La figura de Michael merece artículo aparte.

Vito Andolini está marcado desde la infancia por el espíritu de vendetta. Espíritu y sentimiento que inunda toda la obra de Mario Puzo y también atraviesa la pantalla. Ese niño que crece en el odio y también en la ambición de formar una familia en un nuevo mundo y darles una vida mejor de la que él ha conocido. Todo esto no lo vemos en la primera película. Que se nos presenta ya con el Don consolidado en el cénit de su poder. Donde Brando ejerce con un gesto. El respeto es reverencial. Su presencia abrumadora. Sobran las palabras y también las envidias por su capacidad de influencia. La estatuilla de la academia era indiscutible. A pesar de que pudiera ser debatible si su duración en pantalla era merecedora de la categoría de actor principal o secundario.

Para los curiosos, existen en YouTube escenas eliminadas del montaje original donde poder disfrutar un poco más de ese Brando excepcional.

https://www.youtube.com/watch?v=I5cpYJBk25s

Y tras esta pieza irrepetible, como dije antes, Coppola reincide con la fe del genio iluminado. Y contrata al bandido de Malas Calles para una empresa que a todas luces resultaba casi imposible. Sólo casi. Porque ese novato de prominente nariz no estaba dispuesto a imitar a Brando. Quería demostrar que estaba a su altura. Ese Vito maleante, pobre y enamoradizo buscaba un hueco. No se resignaba a ser el tendero del barrio, ni a sucumbir bajo la mano de otro. Él quería ser la mano que sometía a los demás.

Y a base de ofertas que no se pueden rechazar, asesinatos justos y ajustes de cuentas con la infancia llegaría a la cumbre. Todo ello, tras trazar un código férreo y una serie de lazos tan fuertes como la sangre, que solamente al final de su vida alguno de sus socios rompería.

De Niro nos transmite con su encarnación el respeto a las raíces y a la vez las posibilidades que le ofrece esa América que a pesar de sus diferencias no deja de ser otro pueblo siciliano lleno de corrupción.

Un personaje y dos interpretaciones para la historia del cine. El Vito de Brando y el Vito de De Niro. Lo mejor de todo es que no hay que elegir. Podemos verlos a los dos todas las veces que queramos.

Manuel Cobo

Manuel Cobo

Abogado no ejerciente y cinéfilo empedernido. Siempre en decadencia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *