Libertades de expresión y mal gusto no es lo mismo

Hace unas semanas Daniel Serrano, un joven anónimo de Jaén,  subió una foto suya a Instagram donde había hecho un fotomontaje del Cristo Despojado con su propio rostro. La cofradía que venera la imagen actual lo denunció por ofender sus sentimientos religiosos. Un pésimo abogado y una reprobable sentencia hicieron que la justicia española fallara, con todas las acepciones del término fallar. Después de eso es difícil distinguir entre libertad de expresión y mal gusto.

Posiblemente la publicación del muchacho puede herir el «buen gusto entrecomillado» de algunos católicos, incluso de no creyentes. Sin embargo, lejos del debate mediático donde quedó claro lo que dijo la justicia y lo que la opinión publica manifestó, nos tenemos que plantear si el mal gusto y la libertad de expresión son compatibles.

La libertad de expresión se sostiene bajo unos conceptos escritos en papel y acordados por todos en la Constitución Española. Del buen gusto, de eso no hay un acuerdo claro. Quizás pasear una escultura de madera vestida con trapos y ensangrentada les resulte a algunas personas de peor gusto.

El arte religioso se puede vivir de muchas maneras y en algunos casos incluso contradictorias. Pensemos por ejemplo en los desnudos de la Capilla Sixtina y comparémoslos con la estricta prohibición del islam de representar a Dios. ¿No ofende la libertad religiosa de nadie pintar las puertas del cielo llenas de desnudos? ¿No molesta a nadie que la gente viva la Semana Santa venerando maniquies vestidos como Jesucristo?

Sí, dentro de la propia Iglesia Católica podemos hacer crítica de la veneración de santos, vírgenes y beatos y contraponerlo con la propia Biblia que, muy concretamente, dice en palabras de Lucas: «Adorarás al Señor tu Dios, y a él sólo servirás».

Jesús no es propiedad de nadie, como pensador, como icono religioso, guía espiritual, hijo de Dios, filosofo o ser mitológico, insisto NO ES PROPIEDAD DE NADIE.

¿O quizás vamos a censurar a Everlast por su Jesús Negro? La canción entremezcla conceptos como el pecado, el demonio y Jesús con drogadicción y abusos sexuales. Quizás a los adoradores del Cristo blanco ensangrentado no les guste pero a mi, personalmente, me hace reflexionar mucho más que su método figurativo.

Pero quizás aquí no consiste en mostrar argumentos para ver quien la tiene más grande (la fe), sino cuestión de encontrar una manera de convivir en respeto. Alguien no se puede sentir atacado por la imagen de Daniel Serrano, piercing en la nariz incluido, porque todas esas esculturas de madera están inspiradas en rostros reales de personas auténticas. ¿Y si el modelo original del rostro hubiera sido un ladrón? ¿Y si la mujer que sirvió de cara para una virgen hubiera abortado voluntariamente? ¿Hace eso que la figura sea menos valiosa en algún sentido religioso, moral o artístico?

En el caso de Daniel no habló el sentimiento religioso de nadie, habló la inseguridad, la falta de fe, de un grupo de personas que no pensaron en las consecuencias de sus actos. Denunciar a Daniel no es un acto de justicia sino de venganza, algo nada cristiano.

Seamos positivos, por 400 Euros Daniel nos ha regalado una preciosidad icónica que representa muy bien algo contemporáneo: la necesidad que tenemos de crear un Internet en el que la gente se sienta segura y que no resuelva conflictos en los tribunales.

La peniplegia de aquellos que a golpe de tuit y con su identidad escondida se dedican a insultar, amenazar y trollear, ha creado una dinámica en la que quienes se sienten atacados desproporcionan el ataque. Auténticas guerras en redes sociales entre abusones y abusicas con un tufo de manipulación de fondo. Los perdedores en ésta guerra somos todos.

La sentencia de Daniel no le ha hecho culpable a él sino a nosotros, a los demás. Nuestra condena es fruto de nuestro miedo a defender lo que creemos, a atacar a los que piensan diferente y a creer que ofender de vuelta es de justicia.

Hemos decidido que en la nueva era de Internet la viejuna Lex Talionis vuelva a tener sentido y nuestra penitencia es sufrimiento, escarnio, odio… y mucha censura.

Quizás el montaje de Daniel no guste, tampoco el Ecce Homo de Borja, a mi personalmente el valle de los caídos me parece de mal gusto. Pero la cultura y el arte no sólo se basan sobre lo que nos gusta sino también sobre lo que nos remueve. Cada cosa tiene su contexto.

Robert Barber
Socializando

Robert Barber

Fundador de Magazing y de Gerunding Publishing.

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