Bojack Horseman o «la verdad detrás de la fama»

Hay muchos ejemplos de series de animación para adultos que han tenido éxito a base de proporcionarnos carcajadas y humor a raudales. Bojack Horseman es parecida, pero para nada es igual. A continuación se explica la razón.

La serie trata sobre la vida de Bojack Horseman, un animal antropomorfo que protagonizó una rancia sitcom en los años 90 llamada Horsin’ around (o Retozando en castellano), pero que en la actualidad es uno de esos actores a los que sólo se les recuerda por ese papel (muchas veces le dicen «Eh, ¿tú no eres el prota de Retozando?»), y que vive sumido en un mar de alcohol y depresión (de la que se hablará más adelante) junto a un compañero de piso llamado Todd. Para intentar volver a ganarse un hueco en el mundo hollywoodiense, Bojack decide escribir un libro sobre sus memorias, para lo que contrata a Diane Nguyen, quien dictará todo lo que le diga, y por quien acaba teniendo sentimientos amorosos.

La premisa como tal no es nada del otro mundo, pero la serie esconde mucho más. Los primeros cinco capítulos ofrecen lo que cualquiera esperaría: una serie para reír un rato, sin mayores pretensiones. Pero es a partir del sexto capítulo cuando el espectador nota cómo la serie le va apuñalando lentamente el corazón.

El humor sigue presente, evidentemente (mención especial para Vincent Adultman), pero los espectadores son testigos de cómo se presenta la depresión que padece Bojack. Él no es más que un juguete roto, antaño niño torturado verbalmente por su madre, fan de Secretariat, que sólo es recordado por una serie de hace 20 años. No puede evitar hacer daño a quienes le rodean, y eso le acaba afectando anímicamente y le sumerge en un pozo de tristeza y autocompasión del que le es muy difícil salir. Bojack parece que es una «persona»  que se deja llevar por la vida. No hay más que ver la intro de la serie (magnífica, por cierto) para darse cuenta de ello. No entraremos en spoilers, pero el penúltimo capítulo de la primera temporada es de esos que te va a destrozar el alma y, posiblemente, a sacar alguna que otra lágrima.

Parece increíble cómo una serie de animación sobre animales antropomorfos que conviven en el mismo mundo con humanos puede abordar de forma tan sublime un tema tan grave como es la depresión, y cómo se equilibra tan bien la comedia y el drama. Los créditos finales cortan la animación de forma abrupta, a veces en situaciones cómicas, pero otras veces lo hacen en un momento totalmente dramático, dejando al espectador con mal cuerpo y un nudo en el estómago. De nuevo hay que recomendar el penúltimo capítulo de la primera temporada.

Resumiendo, la segunda temporada consiguió mejorar la primera. Es, a la vez, más divertida y más dramática. Se explora más la personalidad de personajes secundarios, aparecen algunos nuevos y se van otros viejos. Aparecen estrellas invitadas como Paul McCartney o Daniel Radcliffe, y todos los capítulos son una gozada. Hasta que llegamos, de nuevo al penúltimo capítulo de la temporada. Capítulo que deja sin palabras y cuyo final provoca que el espectador solamente pueda susurrar un «no puede ser…»

La serie, creada por Netflix, cuenta con un total de tres temporadas, y el próximo 8 de septiembre se estrena la cuarta.

Si os queréis, TENÉIS que ver Bojack Horseman. Que no os engañen los cinco primeros episodios de la primera temporada ni el «sin rumbo» de la segunda. Dadle una oportunidad y me lo agradeceréis.

 

Álvaro Guerrero

Álvaro Guerrero

Estudiante de Comunicación Audiovisual. Actor de doblaje y locutor en proceso. Satírico amante del humor negro, subo cosas con la voz a YouTube. Si buscas a alguien serio, sigue buscando.

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