Dos decisiones en dos películas de Michael Mann

A Michael Mann rodar thrillers se le da bien. Si están ambientados en la noche de Los Ángeles todavía se le da mejor. Personajes contrapuestos al límite, westerns sin caballos, héroes inesperados y villanos con códigos férreos. De eso va, entre otras cosas, Heat y Collateral. Dos éxitos de taquilla y crítica, los más conocidos del autor, que no tienen porque ser los mejores: eso ya es cosa de gustos.

En esas dos obras hay varios puntos en común que ya se han hecho constar, perome quiero detener en dos escenas de sendas películas que marcan el inicio de ambos clímax. Maravillosas secuencias que son puntos de no retorno y que nos hace agarrarnos a la butaca o al sofá y esperar lo inesperado… ¿O no?

Lo cierto es que cuando contemplamos una buena película, es decir la hemos visto arrancar, desarrollarse ante nuestros ojos y sólo le queda rematar, quién más quién menos desea que el tercer acto esté a la altura de lo anteriormente visto. Por mero egoísmo del tiempo y/o dinero invertido, porque realmente aprecias y valoras a los artistas que trabajan en la historia, o la propia historia es la que te enamora. Los motivos son irrelevantes a los efectos de este artículo.

El tercer acto de Heat y de Collateral, advierto al lector que esto no es de una precisión milimétrica y habrá alguno que discrepe sobre en que minuto de metraje es el correcto, comienza con una toma de decisión algo impulsivo. Escribía en el inicio que ambas películas van de personajes de contraste, o contrapuestos, pero ¡cáspita! incluso aquí hay dos personajes contrapuestos que se dejan llevar por lo que le dicta su corazón.

¡Que bello es el azar en un caso y que inoportuna es una información en otro! Ese taxista y ese ladrón sellan su destino en un segundo, en una conexión neuronal, en un golpe de volante y en un vistazo a un ordenador roto. La precisión del director manejando un guión y de Jamie Foxx y Robert De Niro invitándonos a saborear el último trago. ¡Y vaya trago!

Son dos películas comerciales con estrellas habitando en su interior; estrellas que brillan con luz propia, porque a veces no hace falta rodar una película «busca premios», ni nada deliberadamente independiente para conseguir cine de quilates.  Para Michael Mann sólo era necesaria  una ciudad inmensa y desconectada, grandes actores en la piel de personajes solitarios que buscan «ese algo más» y el propio Michael Mann dirigiendo, sólo eso.

Bonus track: Hay una teoría muy loca que circula por ahí en la que se afirma que ambas películas están conectadas por algo más que meras semejanzas de guión. Una pista: Vincent y Neil McCauley. Pero como diría el camarero de Irma La Dulce: Esa es otra historia.

 

Manuel Cobo

Manuel Cobo

Abogado no ejerciente y cinéfilo empedernido. Siempre en decadencia.

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