Renovaciones y cancelaciones: una cuestión de supervivencia

Solo en Estados Unidos están previstos cerca de 450 estrenos esta temporada televisiva. La producción de series en la actualidad ha aumentado la competitividad- y con ello la calidad- del mercado seriéfilo.

collage-1El catálogo de esta nueva edad de oro de la televisión es amplísimo, pero el tiempo sigue siendo limitado por lo que el espectador debe seleccionar cuidadosamente a la hora de elegir qué ver. Nace así un tipo de espectador más selectivo y menos paciente, menos tolerante con los deslices de sus series favoritas, de las que no dudará en prescindir rápidamente y sustituirlas por otras que satisfagan mejor sus gustos y necesidades. La tentación, ya se sabe, es muy traicionera. De esta manera surge el fenómeno hate-watching, término de cuño reciente que llega para definir al espectador desencantado con una serie a la que anteriormente rendía pleitesía  y que, por una decisión que no comparte -un giro de guión inverosímil, una muerte insustituible o una trama inconsistente- ha pasado a odiar, aunque sigue visualizándola fiel y semanalmente por el mero placer de lanzar críticas hacia ella. Una posición cruel y ciertamente friki, pero existente.

TV Shows We Used To Watch - 1960 (Paul Townsend, Flickr)
TV Shows We Used To Watch – 1960 (Paul Townsend, Flickr)

La gran proliferación de series no debe hacernos obviar el elevado número de cancelaciones. Se crean más series que nunca pero también se cancelan más que nunca: el productor, como el espectador, tiene menos paciencia que antes.  A la dificultad de lograr un buen debut debe responder una segunda temporada que alcance las expectativas de los fans. Hay quien dice que mantener el nivel es incluso más complicado que alcanzarlo en la primera temporada. No resulta fácil crear una historia que mantenga el interés y la coherencia durante un tiempo prolongado. Por eso, y porque es cada vez más común ver a actores y directores de cine en televisión (y su contratación es más fácil si se reduce el número de capítulos, y por tanto, el tiempo de grabación), las temporadas son cada vez más cortas.

El llamado síndrome de la segunda temporada ha acabado con un gran número de producciones que no supieron responder a las expectativas creadas en la primera. O bien porque son series con un futuro incierto, creadas con la esperanza de que funcionen más allá de la primera temporada, pero concebidas como un proyecto de una sola entrega que ya se verá qué derroteros toma si acaba funcionando. En cierto sentido, el pensamiento de “esta es la idea inicial. Si triunfa ya veremos qué hacer después”, ronda la cabeza de muchos showrunners. No es otra cosa que una patada al problema. Una huida hacia adelante.

Algunos canales, en realidad una minoría, tienen más paciencia. O más confianza en los proyectos, a los que exigen una continuidad largoplacista antes de iniciar el rodaje del episodio piloto. Estos suelen otorgar mayor libertad creativa a los showrunners, les presionan menos, y suelen contar con un elevado presupuesto que cubra imprevistos y no dependa tanto de los designios de la audiencia. A veces deciden darle una segunda oportunidad a las series renovándolas aunque no hayan acabado de funcionar, consiguiendo que muchas de ellas salgan adelante. Es el caso de Homeland, una serie que cautivó a crítica y público con sus dos primeras temporadas, pero que tomó derroteros muy distintos al planteamiento inicial desde entonces. Tras temporada y media en tierra de nadie, abandonada a su suerte por muchos espectadores, volvió a encontrarse a sí misma en la segunda mitad de su cuarta temporada, reinventándose como una serie de acción y espionaje de corte más clásico. Su quinta temporada confirma su recuperación como serie de género.

American Horror Story, con temporadas muy desiguales, algunas incluso tediosas, ha sabido mantenerse gracias a sus mejores entregas y a la confianza depositada en el canal que la emite, FX. Su actual quinta entrega ha recuperado el buen nivel alcanzado en las dos primeras, demostrando a los más críticos que no sólo vivía de su buque insignia, Jessica Lange. Ya ha sido renovada para una sexta temporada. También The Walking Dead, que tras varias -demasiadas- temporadas a la deriva, parece que ha encontrado de nuevo el cauce que la convirtió en la serie más vista en un canal de cable en Estados Unidos (cerca de 16 millones de espectadores) optando de nuevo por su vertiente más violenta, aunque la estructura siga siendo la misma. De momento, parece que la fórmula funciona.

Por su parte The Knick, Fargo, The Affair y True Detective, algunas de las sensaciones del año pasado, han planteado una segunda temporada con suerte muy dispar. La serie inspirada, que no basada, en la cinta de los Coen ha optado parece que de manera satisfactoria por el flashback, ambientando su nueva temporada 30 años antes que la primera. The Knick sigue demostrando que las series de época bien ambientadas, interpretadas y dirigidas (detrás de la cámara está Steven Soderbergh) son una apuesta segura. La historia de perspectivas que es The Affair ha sabido darle continuidad a al relato de la infidelidad matrimonial con dos nuevos puntos de vista. Parece que tendrá tercera temporada. Más difícil lo tenía True Detective tras una sobresaliente primera tanda de capítulos que enamoró a crítica y público. Prácticamente imposible plantear una continuación de la serie dirigida por Fukunaga (el cual abandonó la dirección de la segunda entrega) sin quedar en evidencia. Y aunque la serie está por encima de muchas de las producciones actuales, las odiosas comparaciones con su predecesora la han vapuleado hasta el punto de que se desconoce si habrá tercera entrega. Veremos qué dice HBO al respecto.

Muchas  series conocerán su destino inmediato antes del parón navideño. Algunas ya se han anticipado, anunciando la renovación por, al menos, una temporada más. Es el caso de Quantico, la nueva apuesta de AXN. En ella los mayores sospechosos de un reciente atentado terrorista en Nueva York se encuentran en una academia del FBI. Una serie que tiene algo de la conspiranoia que poseía Homeland en sus inicios con cierto aroma a telenovela. También de la cadena AXN es Blindspot, que cuenta también con la confirmación para una segunda temporada,  una serie que relata la misteriosa historia de la aparición de una mujer desnuda en medio de Times Square. A partir de los tatuajes de su cuerpo tratará, como en Memento, de arrojar algo de luz a su pasado reciente.

Veremos también qué pasa con la más que notable Halt and Catchfire, de AMC, la serie que narra los inicios de la informática moderna. O con Transparent, sin duda una de las mejores series del pasado curso que puso a Amazon en el mapa de grandes productoras de series. O Better Call Saul que ha respondido a las expectativas con una primera temporada sobresaliente que ha encumbrado a su protagonista, Bob Odenkirk. Esperemos que ninguna de ellas se convierta en un lío de una (o dos) noches, en un One-Hit-Wonder ilusorio y sin futuro que acabe en cancelación. Los espectadores, y el impúdico share de pantalla, tendrán la última palabra.

Carlos Rico
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Carlos Rico

Periodista cultural especializado en análisis crítico de cine y series de televisión. También he desempeñado como periodista deportivo escribiendo para Hockeynoticias.com y Vavel.com. Máster de Crítica Cinematográfica en ECAM. https://twitter.com/kinocine_

Un comentario en “Renovaciones y cancelaciones: una cuestión de supervivencia

  • el 2015/11/17 a las 11:29
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    Creo que eso de los hate-watchers da mucho juego. Parece que todo el mundo ahora tiene opiniones muy grandes que están llenas de razón. Yo soy de los dolidos porque Lost se acabase de aquella manera tan «salgo con prisas que se me hace tarde», pero a pesar de que la serie se quitó de un plumazo sin resolver algunas tramas esenciales, no puedo dejar de defenderla, es una gran serie desde sus inicios hasta su fama máxima. Le debemos mucho a Lost y la «odiamos» demasiado.

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