No es país para viejos millennials
Toda generación anterior critica la posterior. Los millennials no somos una excepción. He tenido dudas sobre incluirme; uno no sabe si pertenece a una generación por cronología, cultura compartida, sucesos que nos marcan, pero en rasgos generales creo que este es mi sitio. Millennial veterano de los que evolucionaron de cani friendly a hipster sin gafas de pasta ni barba. Millennial no nativo digital. De los de pentium III y módem ruidoso. Esos treintañeros viejóvenes que van a ver una de marvel y una de Haneke. Esa gente que pasó del quinito al aquarius. Esa gente tan lamentable es en la que me incluyo.
¿Y qué nos pasa a los millennials? ¿Por qué estamos tan en boca de la gente? El ruido mediático es importante. Tanto análisis sesudo y tanta obcecación. Unos debaten apasionadamente sobre el porqué de nuestro fracaso. Otros apelan a la falta de valores. (Todo un clásico). En general, siguen siendo los mismos argumentos a los que se agarraban los críticos de la generación X, la hippie o la generación perdida. Debe existir algún tipo de sortilegio por el cual cuando uno se hace mayor no puede evitar mirar con suspicacia y acidez a su juventud. Es el mayor síntoma de envejecimiento.
Esa pertenencia generacional hace que instintivamente uno esgrima frases de autodefensa tales como la cacareada y ya parodiada: Generación mejor preparada de la historia (maldita la hora en el que se puso de moda) o los que pagamos los platos rotos de la burbuja del ladrillo. Otro clásico que si bien es cierto en parte, ignora con atrevida ignorancia que todas las generaciones ha tenido sus desafíos.
Dentro de estos influencers, youtubers y tuiteros nostálgicos de los 80 (no fue para tanto según fuentes fidedignas) hay de todo. Están los ni-nis, los exiliados en busca de trabajo acorde a su cualificación, los de cultura superficial de solapa de libro, los activistas comprometidos y los del postureo. También brotan con especial virulencia los ofendiditos. Especímenes que en un brainstorming de una redacción satírica lo pasarían fatal.
Todo ello ha explotado con una trascendencia social cotidiana de la que carecían las anteriores. Y es que las redes sociales ha conseguido algo que hasta hace poco parecía ciencia ficción. El político de turno puede ser contestado de forma frívola por un joven de murcia que tiene más seguidores que el propio político. Un ministro puede ser ridiculizado con cifras reales por una chica cántabra. Para ridiculizar a una persona pública antes era necesario ser otra persona pública. Eh aquí un gran cambio, querido Watson.
Son los tiempos de la interacción inmediata, de la vida digital o directamente burbuja. Los tiempos de la deconstrucción y la democracia en directo. Algo que fluye y ni siquiera los que más han contribuido a crear esta forma de relacionarnos saben muy bien como gestionarlo.
Los posmillennial ya empiezan a despuntar y podremos desfogarnos con ellos. Analizaremos sus looks, frivolidad y decirles que en los temas serios no se metan porque no van a cambiar nada. Es decir, dentro de 2 días ejerceremos de stablishment acomodado. Nos convertiremos en nuestros padres. Estamos en pleno proceso. (Esta última palabra la incluyo sin ánimo de polemizar).
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